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Nadie puede discutir que Andy Murray es uno de los mejores jugadores de la historia reciente del tenis. Quizá el único que por una época hizo frente a Rafa, Roger y Novak. Incluso, hay quienes recordarán que por un tiempo fue invitado a cenar en la misma mesa y ostentó un muy merecido lugar en el big four, considerados por muchos como los cuatro tenistas más influyentes de la era abierta. Son pocos los jugadores que pueden alardear de haber ganado once veces a Federer, once a Djokovic y siete a Nadal.
La victoria contra Stefanos Tsitsipas debió ser nostálgica. El 2019 anunciaba que se retiraba del tenis, así, sin más, de forma prematura y hasta pérfida para un jugador que merecía seguir jugando al más alto nivel por muchos años; la razón, una lesión compleja, una deformidad en la cabeza del fémur que desgasta el cartílago articular y por la cual tuvo que someterse a una cruda operación que introdujo una prótesis de recubrimiento metálica y que con el constante roce, debido a la práctica deportiva de Andy, aloja toxinas a su sangre con afectación de órganos internos, más allá del mismo desgaste de las prótesis, de difícil implantación.
Hace seis años que Andy no ganaba a un top 5. Su última víctima había sido Novak Djokovic -que venía de ganar el Australian Open y Roland Garros, además de cuatro torneos master 1000 y llegando como número dos del mundo a tan solo 400 puntos del escocés- en lo que sería una victoria sencilla a dos sets. Andy desplegó su mejor tenis y se llevó el trofeo del ATP World Tour Finals 2016.
Esa vez, Andy se refirió así luego de la victoria contra el serbio «Nos hemos enfrentado en finales de Grand Slam, en los Juegos Olímpicos y en partidos de este tipo, ha sido una dura rivalidad, he perdido muchos de ellos, pero me alegra haber conseguido hoy la victoria y asegurar el No. 1 al cierre del año. Es muy especial, algo que nunca hubiera imaginado».
Juan Diego Forero Vélez
