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Emma Navarro juega al tenis por amor, difícilmente lo haga por dinero como suele ocurrir con la mayoría de sus colegas, y aunque es un deporte en el que se debe tener un buen músculo financiero para desarrollar una carrera profesional, muchos lo ven como una opción de vida. En el caso de la estadounidense, quien será la rival de Emiliana Arango este domingo en la final del WTA 500 Mérida (México) parece no aplicar, pues es hija de Ben Navarro, un hombre de negocios cuya fortuna está calculada en 3 mil 800 millones de dólares.
Emma empezó a jugar al tenis a los 3 años, motivada por acompañar a sus hermanos mayores en la cancha; a la edad de 9 se tomó muy en serio la posibilidad de ser tenista profesional, por lo cual fue criada con una rigurosa disciplina por parte de su padre. “Me levantaba todos los días a las 5:45 a.m. para jugar tenis, llegaba tarde a las clases en el colegio, y fue entonces cuando comencé a comprender los sacrificios que iba a tener que hacer para lograr mis objetivos en este deporte”, expresó años atrás en una entrevista.
“Después del colegio volvía a las canchas, luego regresaba a casa, terminaba mis deberes y me acostaba lo suficientemente temprano para dormir bien antes de volver a hacer lo mismo al día siguiente. Año tras año comencé a dedicar cada vez más tiempo al tenis. Aunque he tenido que hacer ciertos sacrificios y han sido necesarios muchos años de arduo trabajo y dedicación, no me arrepiento de nada”, complementó.
Los negocios de su padre
Ben Navarro es el fundador de Sherman Group y Credit One (negocios especializados en tarjetas de crédito y cobro de deudas); además, tiene inversiones en hoteles, restaurantes, estadios, entre otros. Es un aficionado al tenis, hasta el punto de ser el propietario del Western & Southern Open, certamen ATP Masters 1000 y WTA 1000 que se juega en Cincinnati.
Nació en Williamstown, Massachusetts (Estados Unidos), pero se estableció en Charleston, Carolina del Sur, donde adquirió por intermedio de su firma el WTA 500 Charleston; es dueño del hotel más grande de la ciudad, también posee un estadio con capacidad para 11 mil espectadores.
Navarro expresó en una entrevista en 2020, lo importante que ha sido el tenis para su familia: “Como aficionado, padre y propietario de un negocio, el tenis ha aportado mucho a nuestra familia. Ha proporcionado un lugar para que nuestros hijos aprendan una ética de trabajo y desarrollen amistades a través de la lucha y de aprender a manejar la decepción, la derrota y, a veces, incluso la injusticia”.
La eclosión de Emma
Emma Navarro tiene apenas 23 años, en su etapa como junior ocupó la 3ª casilla, ganó cuatro títulos y en certámenes Grand Slam fue finalista de Roland Garros y semifinalista de Wimbledon en 2019. Navarro tomó la decisión de ir a la universidad, donde estudió artes y ciencias en la Universidad de Virginia, carrera de la cual se retiró un par de años después para seguir el sueño de convertirse en tenista profesional, aunque antes de hacerlo, ganó en 2021 el título en individuales de la NCAA.
Ha ganado ocho títulos profesionales, uno de estos a nivel WTA, el cual llegó en el WTA 250 Hobart (Australia) en 2024; además, en esa temporada fue cuartofinalista de Wimbledon y semifinalista del US Open, llegando a ocupar la octava casilla del ranking WTA. También representó a su país en los Juegos Olímpicos París 2024, donde llegó hasta la tercera ronda, siendo superada por la china Qinwen Zheng, a la postre medallista de oro.
A la par de Jessica Pegula
El caso de Emma, es muy similar al de Jessica Pegula, quien también es integrante de una familia multimillonaria, pues la fortuna de su padre, Terrence Pegula, está calculada en 6 mil 400 millones de euros, es dueño de los Buffalo Bills (NFL) y de los Buffalo Sabres (NHL).
