El mundo católico celebra la elección de León XIV como nuevo Sumo Pontífice, un hecho histórico por múltiples razones, entre ellas su singular perfil: estadounidense de nacimiento, con raíces francesas y españolas, licenciado en Teología y Matemáticas… y también, tenista aficionado.
A sus 69 años, el nuevo Papa —anteriormente conocido como Robert Prevost— no solo ha dedicado su vida al estudio y al servicio pastoral, sino que también ha mantenido una relación cercana con el deporte, en particular con el tenis. Así lo confesó él mismo hace un par de años en una entrevista publicada por augustinianorder.org, cuando aún era prefecto del Dicasterio para los Obispos.
«¿Qué hace en su tiempo libre?», le preguntaron entonces. La respuesta sorprendió por su frescura: “Me considero un tenista aficionado. Desde que salí de Perú he tenido pocas ocasiones de practicarlo, así que tengo muchas ganas de volver a la pista. Aunque mi nuevo trabajo no me ha dejado mucho tiempo libre para ello hasta ahora”, dijo con una sonrisa.
Ahora, como líder de la Iglesia Católica, es probable que su agenda sea aún más exigente y su tiempo para empuñar una raqueta se vea seriamente reducido. Sin embargo, este dato curioso añade un matiz humano al nuevo Pontífice, y revela un costado poco habitual en las altas esferas eclesiásticas: una pasión por el deporte que conecta con millones de fieles alrededor del mundo.
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