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Omar López, el colombiano que tumbó las barreras del idioma para convertirse en profesional

por Andrés Peraza
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La vorágine del deporte contemporáneo marca un límite inexpugnable para aquellos jóvenes que sueñan con convertirse en atletas de alto rendimiento. Para llegar al profesionalismo, la dinámica actual -altamente influenciada en términos comerciales- indica que aquellos que sueñan con vivir del deporte deben dedicarse desde muy pequeños a cumplir con los requisitos que esto conlleva o, de lo contrario, pasarán a formar parte de la lista de deportistas ‘frustrados’ que a sus 14 o 15 años -o incluso mayores- intentaron cumplir sus metas sin recibir mayor atención de parte de quienes promueven el deporte.

Sin embargo, la excepción a la regla es en sí una regla y Omar López, un colombiano de 24 años, se lanzó al vacío con la firme intención de hacer lo que más disfruta: jugar al tenis. «Yo empecé a jugar, porque mi papá era muy bueno jugando Ping-Pong y le gustaba el tenis, pero cuando pensó en jugar profesionalmente ya era bastante tarde. Por eso siguió dedicándose al tenis de mesa», recuerda este boyacense que entrenaba junto a David -su hermano mayor- en una de las pocas canchas con las que contaba el departamento ubicado en el corazón de Colombia.

«En esa época, no muchos jugaban tenis en la región; solo éramos mi hermano, un par de muchachos más y yo. Mi familia no se encontraba bien de plata, así que los torneos que podíamos jugar eran muy pocos. Salíamos de Boyacá unas dos o tres veces al año para competir en el circuito juvenil, por lo que nos resultaba más difícil destacarnos a nivel nacional», le contó Omar a Match Tenis.

Pero luego de un par de años esquivando la falta de recursos para seguir practicando el deporte blanco, Indeportes Boyacá le tendió la mano a sus deportistas y les dio la posibilidad de vivir durante un año en el sur del continente. En 2009, Omar y su hermano viajaron hasta Argentina para entrenar al lado de jugadores que hoy se destacan en el circuito mundial ATP, como Diego Schwartzman y Andrea Collarini, todos bajo la supervisión de Fabián Blengino, quien estuvo detrás de Guillermo Coria en la época que alcanzó la final de Roland Garros (2004).

Indudablemente, la experiencia en suelo gaucho le aportó cosas invaluables al juego de Omar. Pero, una vez más, la falta de recursos económicos truncó su camino. «Cuando volví a Colombia estaba en un muy buen nivel. Empecé a jugar Torneos Futuros y alcancé a meterme en el Top 5 a nivel nacional, pero Indeportes dejó de apoyarnos, por lo que el costo de los viajes, más todo lo que conlleva jugar al tenis, me obligó a parar».

En aquel momento, la única opción del joven boyacense fue retomar sus estudios escolares, que hasta entonces había realizado de forma virtual. Se alejó de las raquetas durante un tiempo, pero tan pronto se graduó, optó por volver a la cancha. La falta de dinero seguía dificultando la vida de los López, así que Omar se inclinó por estudiar Administración de Empresas y Contabilidad en la Universidad Santo Tomás. «Ya llevaba un año en la universidad, pero me sentía aburrido, porque no era lo que en realidad quería hacer», así que empezó a buscar opciones y surgió la posibilidad de irse a estudiar en Estados Unidos. «Yo no sabía absolutamente nada de inglés, pero me gustó la idea», sostuvo Omar, quien recibió una beca del 100% para continuar con su carrera profesional en Mississippi, donde también podría retomar la práctica de su deporte favorito.

Durante el primer año, el idioma fue una barrera para este colombiano. «Al principio fue muy duro, porque no podía hablar con nadie y me sentía muy frustrado por no manejar el idioma (…) La universidad me daba el estudio gratis, pero yo tenía que buscar la manera de sostenerme económicamente. Conseguí trabajo como mesero, pero seguía sin hablar inglés, y tuve que decir mentiras para que me dieran trabajo en un bar«. Y agregó: «También tuve que trabajar como jardinero en la casa de varios vecinos para poder cubrir mis gastos y, además, los ayudaba a hacer trasteos».

Su día a día se convirtió en una trajín constante, pues entrenaba de 6:00 a 8:00 am en la universidad, luego asistía a clases entre las 8:00 am y la 1:00 pm, de 1:00 a 4:00 pm volvía a entrenar junto a sus colegas y cuando finalizaba su jornada académica debía trasladarse hacia el bar en el que trabajaba hasta las 2:00 am, regularmente. La carga de responsabilidades se conviritó en un problema para él. «Como trasnochaba casi todas las noches, muchas veces llegaba tarde al entrenamiento, pero no me castigaban a mí, sino que era mi equipo el que debía correr alrededor de la cancha durante dos horas, mientras yo miraba sentado», cuenta Omar, que pudo solucionar aquellos problemas recién un año después, cuando ahorró lo suficiente para comprar su propio carro.

Pero todos los obstáculos que debió superar, no sólo lo hicieron crecer como persona, sino que le permitieron experimentar sensaciones que lo impulsaron a seguir con su proyecto de vida. «En la universidad aprendí a jugar en equipo; el tenis es individual, pero a uno le inculcan ese concepto de grupo que provoca un mayor compromiso. Durante mi primer año pensé más de una vez en devolverme a Colombia, pero mis compañeros se convirtieron en mi familia«, afirma con gratitud.

Llegó diciembre de 2016 y Omar obtuvo su título profesional en Administración de Empresas y Contabilidad. La visa con la que ingresó a EE.UU le permitía quedarse durante un año más en el país, así que se dedicó a dictar clases de tenis en las mañanas y a entrenar en las tardes. «En ese lapso pude ahorrar para empezar a jugar Torneos Futuros alrededor del país… viajaba hasta 14 horas e incluso tuve que dormir en el carro un par de veces, porque no me alcanzaba para el hotel. Yo no tenía problema con hacer viajes de ese tipo, pero físicamente me afectó bastante, porque la distancia de los recorridos no me permitía competir en óptimas condiciones», explicaba.

Faltando poco para que su visa de estudiante caducara, un amigo mexicano lo invitó a Nueva Jersey para que conociera el club que es propiedad de una familia nativa de Nueva York. Omar, que ya tenía que empezar a organizar su vuelta a Colombia, viajó hasta aquel lugar sin nada que perder y, en cambio, terminó ganando mas de lo que esperaba. «Hicimos una muy buena relación y me dieron la oportunidad de vivir en el club que poseen. Puedo trabajar como entrenador y también tendré la posibilidad de vivir en un complejo residencial que construyeron para los empleados del club. Por eso, en este momento estoy haciendo los trámites de la visa, junto a mi entrenador, para radicarme en EE.UU y empezar a viajar por todo el país jugando torneos».

La vida le dio una nueva oportunidad de convertirse en tenista profesional. Está próximo a cumplir 25 años, pero su ilusión de competir en torneos de primer nivel sigue latente como cuando tenía 13. «Esto (el tenis) es lo que más me apasiona en la vida. Trabajé en muchas cosas, ya estudié y he aprendido mucho de todo lo que he vivido, pero lo que más quiero en la vida es jugar tenis. No quiero dejar la oportunidad a un lado y después arrepentirme. Quiero aprovechar la ayuda de esta familia para cumplir mi sueño».

Como Omar, son muchos los jóvenes que deciden hacer una pausa para ir a la Universidad, donde mejoran sus condiciones como tenistas, y a la par se preparan académicamente. Es por eso que en el 2009 nació Becas Americanas, una empresa especializada en la consecución de becas académicas en los Estados Unidos y que a lo largo de nueve años ha enviado a más de 200 deportistas en modalidades como tenis, golf, fútbol, baloncesto, entre otros.

Para más información, visita: becasamericanas.net o llama al 6127338 (Bogotá)

Facebook: U.Scholarship Advisers (Becas Americanas)
Twitter: @BecasAmericanas2018
Instagram: BecasAmericanas2018

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