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Redacción por: Andrés Rodríguez
Björn Borg vuelve a hablar, pero esta vez desde un lugar distinto: el de un hombre que decidió revisar su vida sin filtros. Con motivo de la publicación de su autobiografía ‘Latidos’, el sueco ofreció una entrevista para el diario MARCA en la que repasó algunos de los capítulos más determinantes de su carrera, su abrupto distanciamiento del circuito y su reencuentro —tardío, pero significativo— con el tenis moderno. Por primera vez en mucho tiempo, Borg abrió la puerta a zonas íntimas, complejas y, en sus palabras, “largamente postergadas”.
Al hablar del momento en que dejó la élite recordó la presión asfixiante que lo rodeaba a inicios de los 80: el agotamiento, las expectativas, el sentimiento de vivir en piloto automático. Pero su arrepentimiento no apunta a su retiro en sí, sino al corte radical que hizo con el deporte. “Me arrepiento de haber abandonado el tenis”, reconoció, aclarando que el error no fue bajar la raqueta, sino desaparecer del ambiente que lo había formado. Fue un paso que, según él, lo dejó emocionalmente a la deriva por varios años.
En la entrevista también habló con serenidad de sus batallas más duras: el cáncer que enfrentó en silencio y los coqueteos peligrosos con las drogas durante una etapa confusa y desordenada de su vida adulta. Contó que escribir la autobiografía ahora —y no antes— respondió a una necesidad emocional: “Quería abrirme al mundo. Tuve un periodo muy negro en mi vida durante años cuando dejé el tenis y quería contar la historia.”
Su relación con John McEnroe, probablemente la rivalidad más cinematográfica de la historia del tenis, también ocupa un lugar especial en esa revisión. Borg recordó la energía eléctrica de aquellos duelos, el contraste de estilos y personalidades, y la dimensión mediática que alcanzaron. “Éramos como estrellas de rock”, dijo, evocando la sensación de que cada partido era un fenómeno cultural más que un simple encuentro deportivo.
Reconoció también que, aunque sus caminos fueron tensos sobre la cancha, con McEnroe terminó construyendo una amistad sincera, tejida por el respeto que ambos se ganaron a golpes de talento. “Era una relación de amor y odio. Hoy en día somos amigos y mantenemos el contacto” aseguró. Aceptó también que su salida abrupta del circuito fue seguramente decepcionante para McEnroe: “me consta que él se entristeció mucho cuando lo dejé. John hubiese querido que nuestra rivalidad se alargara más en el tiempo.”
En la parte final de sus reflexiones, Borg se detuvo en uno de los capítulos más luminosos de su reconexión con el tenis: su papel como capitán del Equipo Europa en la Laver Cup. Allí redescubrió un sentido de pertenencia que creía perdido. Dice que disfrutó de “tener la ocasión, de pasar tiempo con los mejores tenistas del mundo, de contarme lo que les gusta y lo que no. Querían escuchar historias de mi vida.”. La experiencia no solo lo devolvió al juego, sino que lo reconcilió con el rol de mentor y figura histórica.


