Nadal entró a la cancha del Arthur Ashe como si al otro lado de la red estuviera el adversario más peligroso. Ante un desconocido en estas instancias, que en su carrera no había superado nunca los cuartos de final de un Grand Slam, y al que había superado con autoridad en los cuatro duelos previos, el ahora tricampeón del US Open demostró por enésima ocasión que es un depredador de trofeos y en varios momentos del duelo ante el sudafricano Kevin Anderson su tenis rozó la perfección.
El español arribó a Nueva York con el cartel de favorito en el pecho. El correr de los partidos no hizo otra cosa que afianzar el juego y la confianza arrolladora de un Rafa que llegó al partido definitorio con la convicción de obtener el tercer US Open de su vida. La última función de tenis duró 2 horas 27 minutos; tiempo que le bastó al mallorquín para gritar campeón tras el 6-3 de los dos primeros sets y el 6-4 con el que le puso firma a una nueva obra maestra. La decimosexta de su historia en torneos grandes.
El N°1 del mundo desplegó un tenis implacable. La iniciativa durante los peloteos fue suya en todo momento e hizo ver pequeño al gigante Anderson de 31 años y 2,03 de estatura. Pegó de todos lados, estuvo preciso y su servicio funcionó a la perfección; no cedió ni una sola chance de quiebre, ni siquiera dejó que su rival tuviera la opción de forzar un ‘deuce’ en todo el partido. Fue solo en el último juego de saque cuando le permitió al sudafricano acercarse al 40 iguales, pero ya era muy tarde. Rafa selló su 74° título ATP con menos de una docena de errores no forzados y, en cambio, pegó más de 30 tiros ganadores.
Una vez consumada la victoria, el campeón de 31 años se refirió a su tío Tony y la importancia que ha tenido a lo largo de su exitosa carrera: “No puedo agradecerle lo suficiente por todas las cosas que hizo por mí. Su fuerza y su motivación para practicar conmigo desde que era un niño me ayudó a superar todas las lesiones que tuve en mi carrera. (…) Sin dudas, es una de las personas más especiales de mi vida”
Ya quedaron atrás las molestias físicas que en algún momento parecieron penetrar su mentalidad inquebrantable. El Nadal modelo 2017 dejó claro en Flushing Meadows que su cabeza puede con cualquier obstáculo, que la capacidad de resiliencia lo hace más fuerte, más peligroso y más ganador. Ahora puede hablar 16 grandes títulos repartidos así: 10 en parís, 2 en Londres, 1 en Australia y, a partir de ahora, 3 en Nueva York. Igualó a Pete Sampras como el segundo más ganador de torneos ‘major’.
Fue en 2010 y en 2013 cuando el balear se adueñó de la corona del último Grand Slam de la temporada, ambas ocasiones ante Novak Djokovic, quien también fue su rival en 2011, cuando el resultado favoreció al serbio. La tercera victoria en Estados Unidos es la consumación del regreso de un grande. O de dos. Rafa y Roger se repartieron los cuatro grandes de la temporada de manera equitativa: Australia y Wimbledon para el suizo; Roland Garros y Nueva York para el manacorí. En 2006, en 2007 y en 2010 habían monopolizado los títulos importantes, pero nunca empatados en dos. Además, es la primera vez desde 1970 que los Grand Slams quedaron todos en manos de jugadores mayores de 30.
Para la recta final de la temporada, la lucha por el primer lugar del ranking de la ATP deja a Nadal en una posición privilegiada y con un buen colchón de puntos para lo que queda del año. Las cuentas son fáciles. El español defiende 100 puntos de aquí a final de año, mientras que Federer sólo deberá preocuparse por sumar, ya que no defiende puntos.
Antes de despedirse de los más de 20.000 asistentes al Arthur Ashe, el nacido en Mallorca dejó palabras de agradecimiento, especialmente para los latinoamericanos. “Sin vosotros nada de esto sería igual de especial, me hacéis sentir cosas increíbles”. Y cerró, “vamos a hacer lo posible por seguir jugando muchos años más. Thank you”. ¡Gracias a ti, Rafa!