OPINIÓN | En la Rod Laver Arena un hombre se seca las lágrimas de la cara. Tras 4h23m de partido cae ante Rafa Nadal, que levanta al cielo de Australia su primer Grand Slam en tierras oceánicas. «Dios, esto me está matando», la frase se clava en el corazón de una rivalidad icónica; entre miles de latidos, repartidos por el mundo, que ven como Roger Federer se deshace con el reconocimiento de subcampeón en las manos. Acaba de perder el tren para igualar a Pete Sampras; los 14 Grand Slam que el jugador norteamericano dejó como tope tras su retirada. «Eres un gran campeón y mejorarás el récord de 14 grandes de Sampras», le animaba Nadal en el micrófono de la entrega de trofeos.
Terminó un partido dramático. Uno de esos duelos que se juega en las trincheras de la pista. Entre cañonazo va y cañonazo viene. Con Rafa mermado por la semifinal previa ante Fernando Verdasco al borde del bello mareo. Federer, de azul, se perdió en el momento en el que Nadal rugió para ganar allí.
Nueve años después el helvético jugará, este domingo, ante Marin Cilic por su 20º título de Grand Slam. Si aquel día se lo hubieran soplado al oído, diría que qué broma es ésta. Pero para broma el torneo del suizo que, de nuevo, se planta en una Final sin haber cedido una sola manga y con un ritmo de juego desorbitante. En cinco ocasiones previas, ganó tres; la última, precisamente, ante el propio Marin Cilic durante el pasado Wimbledon.Federer sigue haciendo historia con la edad flirteándole a la mentira. Con 36 años y 173 días ya es el tenista que más finales de Grand Slam va a jugar en la Era Abierta (30) y el tercero más longevo en colarse en la antesala por el título, en Melbourne, tras Ken Rosewall (37 años y 62 días) y Malcolm Anderson (36 años y 306 días).
«Federer es la cinética del tenis en sí mismo. Con una raqueta en la mano es como Picasso con colores, García Márquez con pluma o un Ferrari a todo gas»
Asustan las marcas de un hombre cuya cabeza no entiende de números, porque hace tiempo que dejaron de importarle. El suizo solo quiere jugar al tenis. Seguir ganando, siempre con humildad, pero seguir ganando. Si le respetan las lesiones, Federer, a día de hoy, sigue siendo el tenista con el que contar en quinielas; aquél que, aunque sea de soslayo, siempre hay que echarle un ojo. Porque el día que no se lo eches, mal vamos. Este deporte dejará de tener parte del sentido que él se ha encargado de darle. Federer es la cinética del tenis en sí mismo. Con una raqueta en la mano es como Picasso con colores, García Márquez con pluma o un Ferrari a todo gas.
El domingo, ante Marin Cilic, no quiero ni pensar lo que puede pasar. Solo de pensarlo, me brota una lágrima, siempre de admiración, ante semejante mito. Como las que se le escaparon a él, de pura impotencia, el 1 de febrero de 2009. Ese sentimiento al que ha vencido rebasando la marca de grandes, con creces. Aquél que ahora tienen quienes lo quieren enterrar pero no pueden. Federer atraviesa, cual fantasma, toda crítica para demostrar que su amor a este deporte no tiene impedimento alguno. La belleza de un atleta como él resulta prácticamente imposible de describir de forma directa. Nada constituye una explicación coherente cuando está Roger Federer sobre una pista de tenis. La genialidad es imposible de copiar. La inspiración; su inspiración para golpear, algo innato. Está entre la metafísica y lo otro. Lo otro que aún no se ha inventado.
[author image=»https://pbs.twimg.com/profile_images/803341748047147008/IDk8FirA.jpg» ]DAVID SÁNCHEZ: @DASanchez__. Periodista Freelance especializado en tenis. Voleador nato en la red 2.0 y un jugador regular desde fondo histórico. Ágil y con capacidad de adaptación a todo tipo de superficies textuales. Español pero cosmopolita gráfico. He publicado en medios como CNN Chile, Sphera Sports, SportYou o El HuffPost y colaborado con emisoras radiofónicas como Radio MARCA, es Radio, RNE o Radio Internacional.[/author]