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Rafael Nadal nos muestra un escrito que emociona a cualquiera. En las últimas horas se ha conocido una carta escrita por el propio español en el sitio The Players’ Tribune, donde abre su corazón y nos lleva a un recorrido por lo que ha sido su vida y su carrera en el tenis. Sin dudas, un texto imperdible y que vale la pena cada línea:
«El regalo», por Rafael Nadal
Cuando era joven, aprendí una lección que todavía está muy presente en mi mente.
No estoy seguro de cuántos años tenía exactamente, pero creo que tenía alrededor de 12 años. En esa época me encantaba ir a pescar. Me encanta el mar porque soy de Mallorca y, en mi caso, el mar es parte de mi vida. Se trata de la sensación de estar junto al mar, sentado sobre las rocas con tu familia y amigos, o fuera en un barco; la desconexión y la paz que sientes es algo especial. Un día, salí a pescar cuando podría haber estado entrenando. Al día siguiente, perdí el partido. Recuerdo que estaba llorando en el coche de vuelta a casa, y mi tío, que a esa edad tenía una gran influencia en mí, y que fue quien me hizo enamorarme del tenis, me dijo: «Está bien, es solo un partido de tenis. No llores ahora, no tiene sentido. Si quieres pescar, puedes pescar. No hay problema. Pero vas a perder. ¿Si quieres ganar? Si quieres ganar, entonces tienes que hacer lo que tienes que hacer primero«. Fue una lección muy importante para mí. Si la gente me ve como un perfeccionista, eso viene de esa voz interior que me hablaba en el viaje de regreso a casa. Esa voz nunca me ha dejado. Un día, puedo estar en el mar. Hoy, y mañana… tengo que entrenar.
De niño, realmente no tenía ídolos deportivos.
Supongo que tiene que ver con mi carácter mallorquín. Mis héroes eran personas que conocía en la vida real. Pero cuando tenía 12 años, pude jugar con Carlos Moyà por primera vez. Un compatriota, también de Mallorca. El campeón del Abierto de Francia y el primer jugador español en ser Nº1. Estaba nervioso solo de pensar que iba a golpear algunas pelotas con él. Fue una experiencia inolvidable, una ventana a otro mundo. El tenis estaba transformándose de algo que solo era para divertirse — un juego de niños — a un verdadero objetivo para hacer de él una forma de vida. Me hizo soñar un poco más. Un día, tal vez pueda jugar en Roland-Garros…
Pero el dolor es uno de los mayores maestros de la vida.
Me lesioné cuando tenía 17 años y me dijeron que probablemente nunca volvería a jugar al tenis profesional. Aprendí que todo puede terminar en un instante. No es solo una pequeña fisura en el pie, es una enfermedad, no tiene cura, solo tratamiento. Es el Síndrome de Mueller-Weiss: ¿Qué significa eso?. Pasas de la alegría más grande a despertarte a la mañana siguiente casi sin poder caminar. Pasé muchos días en casa llorando, pero fue una gran lección de humildad y tuve la suerte de tener una familia que siempre han estado y están muy cerca de mi en todo y sobre todo mi padre, la verdadera influencia que he tenido en mi vida, que siempre fue muy positivo: “Encontraremos una solución”, dijo. “Y si no, hay otras cosas en la vida aparte del tenis”. Escuchaba esas palabras y apenas podía procesarlo, pero por fortuna, después de mucho dolor, cirugías, rehabilitación y lágrimas, se encontró una solución, y durante todos estos años fui capaz de resistir.
El tenis es un deporte muy exigente mentalmente, pero hay muchos momentos de alegría que nunca olvidaré.
La Copa Davis en 2004, Roland-Garros en 2005, por supuesto Wimbledon en 2008. También mi primer US Open, o cuando cerré el círculo de los torneos Grand Slam en Melbourne. No olvido torneos como Madrid y Barcelona en mi país, Indian Wells , Miami o Cincinnati, donde llegué por primera vez al puesto número 1 del Ranking ATP. El hermoso y para mi siempre especial torneo de Montecarlo, la sensación de cercanía de Roma, Shanghái y Pekín con esa increíble afición… Canadá, México, Chile, Brasil, mis primeros días en Buenos Aires… ¡Hay tantos! Tengo muchísimos recuerdos increíbles. Sin embargo, nunca puedes dejar de esforzarte. Nunca puedes relajarte. Siempre tienes que mejorar. Esa ha sido la constante de mi vida: Siempre superar los límites y mejorar: Así fue como me convertí en un mejor jugador.
Durante 30 años, la imagen que transmití al mundo no siempre fue lo que sentía por dentro.
Sinceramente, he estado nervioso antes de cada partido, eso nunca te abandona. Todas las noches antes de un partido, me acostaba sintiendo que podía perder (¡también al despertarme por la mañana!). En el tenis, las diferencias entre jugadores son muy ajustadas y entre rivales aún más. Cuando sales a la pista, puede pasar cualquier cosa, por tanto, todos tus sentidos deben estar bien alerta. Esa sensación de fuego interior, los nervios, la adrenalina de salir y ver una pista llena, es una sensación muy difícil de describir. Es una sensación que solo unos pocos pueden entender y estoy seguro de que nunca será lo mismo ahora que me estoy retirando como profesional. Todavía habrá momentos de jugar exhibiciones y tal vez también tiempo para otros deportes. Yo siempre competiré e intentaré dar lo mejor de mí, pero no será la misma sensación que salir frente a los aficionados de cualquier estadio y jugar un partido con la presión enorme de la competición y la responsabilidad deportiva que tienes.
Durante la mayor parte de mi carrera, supe controlar estas emociones. Con una excepción.
Pasé por un momento muy difícil, mentalmente, hace unos años. El dolor físico era algo a lo que estaba muy acostumbrado, pero hubo momentos en la pista en que tenía problemas para controlar la respiración y no podía jugar a mi mejor nivel. No tengo problema en admitirlo ahora. Al fin y al cabo, somos seres humanos, no superhéroes. El jugador que ves en el centro de la pista con un trofeo es una persona; agotada, aliviada, feliz, agradecida, pero solo una persona. Afortunadamente, no llegué al punto de no poder controlar cosas como la ansiedad, pero todos los jugadores pasan por momentos de dificultad para controlar la mente y cuando eso sucede, es difícil tener el control total de tu juego. Hubo meses en los que pensé en tomarme un descanso absoluto del tenis para limpiar mi mente. Al final trabajé en ello cada día para mejorar y lo superé avanzando siempre y poco a poco volví a ser yo mismo. De lo que estoy más orgulloso, a pesar de haber luchado, es de que nunca me rendí, siempre di el máximo.
El tenis es también un maestro de vida.
La mayoría de las veces no ganas el torneo que juegas; no importa quién seas, al final de muchas semanas, has perdido. La vida real es igual. Aprendes a convivir con los momentos de alegría y con los momentos de sufrimiento o dolor e intentas llevarlos de la misma manera. En los buenos momentos nunca me creí Superman y en los malos, nunca pensé que todo era un desastre. Lo que te hace crecer como persona es la vida misma: las derrotas, los nervios, el dolor, la alegría, el proceso de despertar cada día e intentar ser un poco mejor para alcanzar tus metas.
En el fondo, al fin y al cabo, uno recibe lo que da.
Espero que mi legado sea que siempre intenté tratar a los demás con profundo respeto. Esta era la regla de oro de mis padres. De niño, mi padre siempre me decía: “Inventar es difícil. Copiar es mucho más fácil”. No hablaba de tenis, se refería a la vida. Mira a tu alrededor y observa a las personas que admiras, cómo tratan a los demás: Qué te gusta de ellas, compórtate como ellas y seguramente vivas una vida mas feliz. Me llevé esa lección conmigo a todos los partidos que jugué. No me impulsaba el odio hacia mis rivales, sino un profundo respeto y admiración. Simplemente intentaba despertarme cada mañana y mejorar un poco para poder seguirles el ritmo. ¡No siempre funcionaba! Pero lo intentaba… Siempre lo intentaba.
Durante más de 30 años, he dado todo lo que he podido a este deporte.
A cambio, recibí alegría y felicidad. Alegría y felicidad, amor y amistad, y mucho más…
Con afecto, Rafa