Imaginémonos un mundo donde en el deporte no existieran las sorpresas. Un mundo que no hubiese visto, por ejemplo, a Rafael Nadal perder su hegemonía en Roland Garros cuando Robin Soderling, en 2009, fue capaz de vencerlo en octavos de final. A un Pat Cash imponiéndose sorpresivamente a Ivan Lendl en la final de Wimbledon 1987; a una Roberta Vinci dejando a todos boquiabiertos eliminando a Serena Williams en las semifinales del US Open 2015.
O, también, a un Leicester campeón de la Premier League en 2016. Inesperado, ¿no? Grecia siendo campeón de la Eurocopa 2004 superando en la final a Portugal en su propia casa. O el tan conocido ‘Maracanazo’ de Uruguay en la Copa de Mundo de 1950 en Brasil. En 1990, contra todo pronóstico y aunque las casas de apuesta le daban una desventaja de 42-1, James Buster Douglas acabó con Mike Tyson. Y en el golf, muchos recuerdan el título del PGA Championship que le arrebató Yang Yong-eun a Tiger Woods.
Así podríamos escribir muchas líneas. Se podría sacar un libro entero. El caso es que lo lindo del deporte es que siempre está abierto a las sorpresas, a que los que siempre tienen el control –o supuestamente siempre deberían ganar- también pueden caer. Es una condición que siempre se da al entrar a un terreno de juego: en el minuto cero ambos tienen las mismas posibilidades de ganar.
A un menor nivel a los hechos que he mencionado antes, podríamos poner lo sucedido con Juan Sebastián Cabal y Robert Farah en la final del ATP 250 de Cerdeña (Italia) este sábado, quienes jugaron este naciente evento con la ilusión de sumar puntos en la búsqueda de clasificar al Torneo de Maestros y vieron cómo tropezaban en la final ante una dupla inspirada conformada por Marcus Daniell y Philipp Oswald. El grito en el cielo, ¿cómo pueden perder la final de un “torneo casi Challenger”?, como algunos lo comparaban. ¡Es que son los mejores del mundo!
Sí, si ponemos sobre la balanza a Cabal y Farah sobre las otras parejas en contienda, seguramente siempre terminaría inclinándose positivamente hacia el lado de los colombianos; pero aun así aquello no es un condicionante de que el título debía sí o sí quedar en sus manos. Daniell y Oswald jugaron una final impoluta, casi sin errores. Servicio, devolución, aceleración de golpes, anticipación, aprovechar los puntos clave… ¿Qué haces cuando el rival juega mejor que tú? ¡Aplaudir!
Los colombianos lo intentaron una y otra vez. Probaron devoluciones cruzadas profundas, globos, jugar la devolución con drops a lado vacío de la red… Nada funcionó. Simplemente los rivales estuvieron en su día. Claro, podremos sacar algunos temas que la dupla nacional tiene por mejorar (entre ellos el servicio, que viene siendo un punto flojo últimamente), pero fue un partido que sencillamente no estaba destinado a quedar su lado.
No siempre los favoritos ganan. No siempre la lógica se impone. Sino que lo digan Real Madrid y Barcelona este fin de semana. Y para cerrar, hay dos formas de perder: jugando bien y jugando mal, y definitivamente Cabal y Farah perdieron jugando bien.
[author title=»Fabian Valeth » image=»https://pbs.twimg.com/profile_images/1276645741352673286/4ByHDSzT_400x400.jpg»]Periodista enfocado en tenis desde 2013. Un poco estadista del tenis nacional. Atento a donde haya un tenista colombiano jugando. Actualmente: Federación Colombiana de Tenis[/author]