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Para Daniel Salazar, este domingo 23 de noviembre no comenzó con el descanso habitual, el típico que tendría alguien que acaba de tener una semana brillante, pues alcanzó las semifinales del ITF M25 de Cochabamba en Bolivia, país donde empezó ayer sábado su particular ‘odisea’.
Hace menos de 24 horas, el colombiano estaba dando lo mejor de sí en la arcilla del Club de Tenis Cochabamba, buscando su boleto a la final del ya mencionado torneo ITF M25. Allí, entre los cuatro mejores, confirmó su buen momento, derrotando a Matías Soto o Nicolás Bruna. Pero el tenis profesional tiene su particular crueldad, no entiende de tiempos y el éxito en una ciudad puede convertirse en una pesadilla para llegar a la siguiente, algo de lo que han hecho eco nombres como la hoy australiana Daria Kasatkina.
Apenas terminó su participación en Bolivia, no hubo tiempo para procesar la semana, ni para celebrar el podio, ni para recuperar el físico. Salazar tuvo que cambiar su raqueta por la maleta, cerrar el equipaje a las carreras y comenzar su viaje hacia Bogotá para jugar el cuadro clasificatorio del Challenger 75, emprendiendo una carrera contra el tiempo.
No empezó de la mejor manera su trayecto, pues no encontró vuelos directos a Bogotá y tuvo que recurrir a un vuelo directo desde La Paz, capital del país andino, lo que llevó a un ‘speed run’ particular, donde tuvo que viajar en automóvil desde Cochabamba hasta La Paz, desde las 5:00 de la tarde llegando a la 1:00 de la madrugada, un camino de ocho horas por las montañas del país donde no llega ni la señal de telefonía celular para luego dos horas después, a las 3:00 de la mañana, tomar el vuelo a Colombia, habiendo llegado esta mañana a las 7:00 de la mañana después de cuatro horas de vuelo.
Hoy, tras 14 horas de trayecto por tierra, montañas y aire, Bogotá lo recibe con su frío característico y un reto mayúsculo, su sexta participación en un torneo del circuito Challenger y la segunda en Bogotá, tras hacer su debut en este nivel previamente en julio de 2022. Ahora tendrá enfrente a Johan Rodríguez, cuarta mejor raqueta de nuestro país, con el sueño intacto de avanzar a la final del cuadro clasificatorio.
Como ya lo dijera Kasatkina y como lo demuestra hoy, Daniel Salazar, la vida del tenista es una capacidad infinita de resistencia y perseverancia. Ayer fue figura en Bolivia; hoy, contra todo pronóstico, está listo para luchar en casa y ante su público.


