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FERRER IRRUMPE EN SUELO CATARÍ

por Andrés Peraza
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En un torneo donde Novak Djokovic y Rafael Nadal se presentaron como máximos candidatos, David Ferrer irrumpió para volver a festejar una corona. ¿Su presa? Un desalentado Tomas Berdych que no hizo eco en la final de lo que vivió durante toda la semana.

ferrer

Las finales se juegan de otra manera, a otro precio. Un adagio que se escucha con intensidad en los momentos de definición de cualquier deporte y que parece tener más de mil razones para establecer que es una verdad completa. En Doha sucedió al pie de la letra y encarnó a David Ferrer y Tomas Berdych, dos jugadores que llegaron a la final con cargas diferentes. El español sufrió en su estreno ante Thiemo De Bakker y estuvo caminando por la cornisa en las semifinales ante Ivo Karlovic; el checo se paseó en su recorrido por las pistas de la ciudad enclavada en Medio Oriente, imponiéndose con contundencia, de manera aplastante y tajante.

Pero allí, en la final, Ferrer cambió los papeles justo antes de que se peloteara el primer punto. Irrumpió en la morada de Berdych y lo dejó desconcertado, bailando entre las indecisiones. El de Jávea lo derrotó 6-4, 7-5 para meterse en el bolsillo un nuevo trofeo, esos que parecían esquivos para las manos del ibérico.

Al original de Valasske Mezirici ninguno de los tres rivales anteriores pudo vulnerarle el juego de saques. David en tres minutos cumplió lo aparentemente imposible. Minimizó al siete del mundo con astucia, con esa marrullería que es capaz de provocar con su intenso peloteo, con ese agudo y penetrante estilo de juego que lo hace uno de los tenistas más incómodos: todo lo devuelve, siempre hay una pelota más, no hay bola perdida. Berdych quedó preso en un rectángulo dominado por uno solo y no precisamente por él; no podía siquiera salir con las balas de su servicio. Pero recordó la sintonía que venía experimentando en Catar y estuvo a nada de igualar el partido cuando Ferrer se disponía a sacar 5-4.

Entre dudas inició la segunda parte. David ya no era el pistolero del comienzo y empezó a darle a Tomas las garantías para que se sintiera plácido con el pasar de los games. Así, hasta llegar nuevamente al 5-4, donde el checo volvió a desaprovechar tres bolas de rotura con el servicio del español que valían el doble, significaban ganar el segundo parcial. Ferrer se alimentó de la desconfianza de su oponente y dio el mazazo al instante: un quiebre antes de arribar al tiebreak fue la condena del finalista de Wimbledon en 2010 de cara a ganar un título en el inicio del 2015.

Al ibérico no se le secó la tinta para firmar el triunfo y, al contrario, puso cifras concretas para irrumpir en Doha y festejar después de un tiempo de escasez. Desde casi un año no sabía lo que era levantar un trofeo y ya vio llegar el 22º de su carrera. David Ferrer acumulaba tres finales malogradas de manera consecutiva (Hamburgo, Cincinnati y Viena) y cargaba con el peso de solamente haber ganado una corona en sus últimas once finales. Año nuevo, resultados nuevos. El diez del mundo, que se aventuró con un nuevo equipo técnico en la temporada, ya mira los resultados en la palma de la mano.

Redacción MATCH TENIS

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