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SANTIAGO GIRALDO, UN AÑO DE CONSISTENCIA

por Andrés Peraza
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El pereirano firmó en el 2014 un año de escándalo, el mejor de su ardua carrera en el tenis profesional. Con 27 años cumplidos, repasamos el majestuoso curso que lo ha impulsado a ser el colombiano mejor posicionado en el ranking ATP en la historia del país.

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¿Se imaginó finalizar el 2014 dentro del Top 40? Tal vez. ¿Por su cabeza pasó alguna vez que podía llegar tan alto como sus ansias se lo permitían? Puede ser. Son interrogantes que alguna vez pudieron rondar por la cabeza de Santiago Giraldo y que terminado el presente año puede ver que se han hecho realidad. Es el ejemplo de que con consistencia todo se logra, que las cargas y presiones pueden dejarse de lado para imponer las condiciones que se ven a flor de piel; la oportunidad de crecer en un deporte que no mueve gran cantidad de masas en el país pero que precisamente este tipo de resultados hacen que las personas vayan conociendo cada vez más que es un «deuce», un «let» o que en el tenis «love» significa «cero».

Santiago inició el curso en la posición 68 del ranking masculino, nada mal para un jugador que desde el 2010 no sabe qué es salir del Top 100; pero una deuda al ya poseer como mejor posición en toda su carrera la 39. Aunque el arranque de temporada no haya sido el mejor en esa gira oceánica que comprende como mayor reto el Abierto de Australia, en Viña del Mar pudo llegar a las semifinales; esa misma ciudad que en 2011 le arrebató estrepitosamente la oportunidad de ganar su primer título ATP, un sueño que sigue siendo un anhelo. Pero ese torneo chileno (sobre canchas de arcilla) sería la prueba de lo que le traería la gira de polvo de ladrillo que predomina en el circuito entre abril y mayo.

Aunque antes pasó por momentos de nubosidad, donde apenas ganó tres de ocho encuentros y sintió que mermaba en la serie de Copa Davis ante República Dominicana, su resurgimiento empezó a notarse a leguas; en el horizonte de un tenista que ha demostrado durante diez años de carrera que no ha llegado al deporte como un jugador de paso. Con las semifinales en Houston (donde tuvo que dejar en el camino al también colombiano Alejandro González y eliminó a un especialista de la arena como Tommy Robredo), Giraldo vio que la arcilla le sonreía y le generaba una empatía. Un apego que se trasladó a Barcelona y que le permitió hacer del Conde de Godó un sueño: Sijsling, Fognini, Thiem, Kohlschreiber y Almagro quedaron afuera tras la fiereza del pereirano y que lo puso a retarse con Kei Nishikori en la final. Aunque el trofeo tampoco llegó, Giraldo creció como tenista, le dio esa dosis de confianza que todo tenista necesita para aferrarse a la pista. Claro que todos queríamos que el título llegara a nuestras arcas pero luchar contra el japonés, que empezaba a demostrar sus reales capacidades, significaba una heroica. Kei vio una semana que rayaba lo fantástico y envidiable.

En Madrid todo fue prodigioso. La continuidad de un juego del que empezaban a hablar propios y extranjeros. Tras provenir de la clasificación, Santiago Giraldo fue capaz de dejar de lado, sin importar que fueran estrellas de la constelación del tenis, a Lleyton Hewitt (exnúmero uno del mundo), Jo-Wilfried Tsonga (exnúmero cinco del mundo) y el integrante del ‘Big Four’, Andy Murray, al que le dio una maravillada lección en la Caja Mágica. Después cayó ante el más impensado pero un guerrero de la arena por convicción, un Roberto Bautista que empezaba a formarse como un Top pero que para la fecha aún no significaba una amenaza latente.

Tal actuación le llevó a ser el 36 del mundo, una posición que lo catapultó como el mejor colombiano en la clasificación ATP. Nunca nadie había pasado esa barrera en el raquetero nacional. Santiago Giraldo puso el listón alto y con ganas de seguir llevándolo lo más arriba posible. Pero no todo quedaría allí: ya en agosto, después de haber alcanzado la tercera rueda en Wimbledon, tocó la posición 34; luego la 32 tras los cuartos de final en Stuttgart y la 30 tras haber sido uno de los ocho mejores en el ATP 500 de Washington. ¡Por primera vez un colombiano era Top 30! Algo tan mágico sí era posible, algo que parecía inimaginable lo podía sentir con intensidad. Pero fue cuestión de llegar a las semifinales en Shenzhen para ser el 28 del mundo, una situación que lo llevó a estar en la élite del tenis; a que su nombre estuviera en cada emisión de un noticiero y que aquellos que ni siquiera sabían qué era un raqueta tuvieran que desayunar, almorzar y cenar con una noticia que era inevitable no retransmitir.

El curso lo termina 32 y las aspiraciones para el 2015 parecen ser de otro mundo, de un jugador Top como ya lo es. Todo es esfuerzo y consistencia en un deporte donde muchos son expertos en criticar cuando se pierde ante Novak Djokovic, Rafael Nadal o Roger Federer y desaparecer cuando las cosas buenas llegan por su cauce. El tenis es de procesos, una disciplina donde hay extraterrestres, estrellas, terrícolas y jugadores de tenis y donde cada quien tiene que escalar para llegar a cada una de las fases. No solamente es la victoria de un tenista sino de un país y del deporte nacional que logra tener por primera vez tres jugadores dentro de los 100 mejores. Tenemos un jugador que crece y crece y que busca alcanzar lo místico, lo fascinante. Tenemos un jugador Top en el país y el tercer mejor sudamericano del momento. Nada más que decir.

[author image=»https://pbs.twimg.com/profile_images/473258143418314752/wPCdGPjm_normal.jpeg» ]Fabián Valeth Orozco @FabianV_: Redactor en jefe de Match Tenis. Director y productor de medios de comunicación. Amante del tenis y del periodismo deportivo enfocado hacia este deporte.[/author]

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