Sirve revisar todo lo que ha alcanzado a lo largo de su carrera. Sirven los números -93 títulos, 19 Grand Slams, 8 en Wimbledon- para certificar, ante quien sea, que Roger Federer es el más grande de todos los tiempos. Basta con remitirse a lo que hizo durante las últimas dos semanas en Londres para darse cuenta de que el suizo ocupa un lugar único en el olimpo del tenis; se convirtió en el jugador con más títulos en La Catedral del tenis y lo hizo sin ceder un solo set en toda la competición. El título de ayer se suma al infinito palmarés que ostenta, pero no alcanza para explicar la dimensión de lo que representa el hombre nacido en Basilea.
Siempre se puede mejorar y Roger es un caso ejemplar en ese aspecto. Ya ganó todo lo que le pusieron en frente; venció a todos los rivales de todos los estilos posibles, en todas las condiciones y en todos los continentes. Por eso, la grandeza del número 1 –de la historia- debe medirse bajo parámetros que trasciendan lo numérico y abran paso a una perspectiva que va más allá del tenis como deporte. Federer se ha dedicado a enseñarnos acerca de la importancia de amar lo que se hace. Partido tras partido da cátedra, su raqueta y sus palabras nos enseñan que la base de todo está en la pasión que se le imprime a las cosas, en el hambre de gloria interna. Ostenta récords de todas las formas y colores, tiene millones de dólares en su cuenta, pero también tiene la cabeza invadida por la humildad. Trabaja todos los días, como el primer día, con el objetivo de ser mejor. Porque siempre se puede ser mejor.
El paso del tiempo no ha sido otra cosa que una catarata de oportunidades capitalizadas por Federer para modificar e incorporar aspectos nuevos a su juego. A quienes pusieron en duda su vigencia en el último tiempo, les enseñó que sus 35 años no son ningún impedimento para reinventarse y competir en el máximo nivel. A los que guardábamos una pisca de ilusión de verlo brillar una vez más, nos recalcó la importancia de ser constantes en todos los ámbitos.
Somos contemporáneos del deportista más grande de toda la historia. El apodo de ‘El Maestro’ le calza a la perfección. Se encarga de deleitarnos con su tenis excelso en todas las canchas, pero también nos ha regalado lecciones de vida disfrazadas de derechas, celebraciones y declaraciones que plasman los valores más importantes para alcanzar los sueños. Para alcanzar nuestro Wimbledon, o más bien el 8vo, porque siempre se puede ser más grande.
[author image=»https://pbs.twimg.com/profile_images/742066367357161472/-CXpz_zc_400x400.jpg» ]Marcelo Becerra Concha (Twitter: @Marcelob11) Nací en Bogotá, tengo 22 años, soy estudiante de Comunicación Social y Periodismo en la Universidad de La Sabana. Fanático del fútbol argentino y el tenis[/author]