El 5 de noviembre del 2016, quedó enmarcado en la historia del tenis como el día en el que Andy Murray subió a la cima más alta del escalafón ATP y se convirtió en el primer británico en ser número 1 del mundo.
El destino decidió que celebrara en pista. Antes de terminar la primera semifinal del Masters 1000 de París (en la que se terminaría imponiendo John Isner a Marin Cilic por 6-4, 6-3), Milos Raonic salió a anunciar que no se presentaría a disputar su encuentro ante Andy Murray, por una lesión en su pierna que lo tendrá alejado de las canchas entre cinco y diez días, hecho que pone en duda su participación en la Copa de Maestros. Lo anterior, automáticamente le dio el paso a la final al escocés y por ende los puntos necesarios para ser el nuevo número 1 del mundo.
A principio de año ese rótulo pareció estar muy lejos del Murray. Sin embargo, su gran temporada en la que registra los títulos de Roma, Queen’s, Wimbledon, Río, Pekín, Shanghai y Viena y las finales de Australia, Madrid, Roland Garros, Cincinnati (y ahora París), ayudado por la nefasta segunda mitad de año de Novak Djokovic (que no gana un título desde Roland Garros), lo llevaron a cumplir uno de los pocos objetivos que le faltaba en su hoja de vida y a cortar una racha del serbio de 122 semanas liderando el ranking.
Ahora, con 29 años, Andy Murray se convirtió en el segundo jugador más veterano en llegar al número uno del mundo, tras John Newcombe que lo hizo con 30 años en 1974. Asimismo, es el tenista 26º en llegar a esta posición.
Este domingo ante John Isner, el oriundo de Dublanne tendrá la oportunidad de salir a una pista de tenis por primera vez en su historia como el número 1 del mundo y como postre, seguramente intentará ganar el Masters 1000 de París, un evento que hasta el momento le ha sido esquivo.
Redacción Match Tenis