Por: Juan Carlos Molano Carrillo
Bien sea su ‘ciudad luz’ o las vastas campiñas vinícolas; en busca del amor, la moda o la culinaria; abarcando las entrañas de la historia, o pretendiendo las escuelas y universidades allí ubicadas, Francia es la meca aspiracional de muchos. Y en el tenis, la fascinación por la ‘ciudad luz’ tampoco cesa.
El torneo Roland-Garros es uno de los cuatro eventos de primera división del mundo tenístico y es muy exigente por su superficie en polvo de ladrillo. Uno de sus mayores atractivos es estar emplazado en el Distrito XVI de París, la histórica y vigente sede de embajadas, de la ‘calle amplia de París’, de los estadios de los equipos nacionales de rugby y fútbol, del Bosque de Bolougne (algo así como el Hyde Park de Londres, el Central Park de Nueva York o el Parque Metropolitano Simón Bolívar de Bogotá), y de otras atracciones bañadas por el río Sena.
En otras palabras, ¡es el lugar para ir a ver tenis en el día y dedicar la noche a la metrópoli fantástica que se esconde a plena vista!
Con una historia de 123 años, el torneo Internacional de Francia ha percibido los triunfos de tenistas que otrora solo fueran aceptados en la competición si eran miembros de clubes franceses (como el Stade Français, el Racing Club de France o el Club de Tenis de París); pero, también, ha visto los vejámenes de la crueldad, como la Primera Guerra Mundial, cuando en sus instalaciones fueran hacinados prisioneros de guerra y judíos.
Sus canchas han visto el transcurrir del deporte blanco, desde que fuera relacionado con el juego de la pelota vasca o con la práctica deportiva de la realeza, hasta su profesionalización, y pasando por su apertura a los jugadores amateurs. Se ha permeado de la historia de héroes y victoriosos, como el mismo Roland-Garros, o los ‘cuatro mosqueteros’ (Jacques “Toto” Brugnon, Jean Borotra, Henri Cochet y René Lacoste), o H. Briggs, Suzanne-Lenglen y Philippe-Chatrier.
Al respecto, Roland-Garros fue el primer hombre en cruzar el mar Mediterráneo por vía aérea, una hazaña lograda en su avión Morane-Saulnier en poco menos de seis horas; además fue un jugador amateur de tenis bien reconocido. Por su parte, los cuatro mosqueteros fueron los tenistas que les quitaron por primera vez el trono de la Copa Davis a los estadounidenses, y jugando de visitantes. Mientras tanto, H. Briggs fue el primer campeón del Campeonato de Francia (como se llamaba entonces el Abierto de Francia); en esa época Francia tenía un claro liderazgo en la práctica deportiva, por encima de Gran Bretaña, por ello causa sorpresa que Briggs fuera británico y no francés.
Sobre Philippe-Chatrier, fue un renombrado jugador de tenis, fundador de la Revista de Tenis de Francia, periodista deportivo, presidente de la Federación Francesa de Tenis y de la Federación Internacional de Tenis (creada por él), pionero del Abierto de Francia, creador de un departamento de desarrollo de tenis como deporte de alcance mundial, y promulgador de la reintroducción del tenis como deporte olímpico luego de más de treinta años sin ser considerado como tal.
Por su parte, y como si fuera poco, Suzanne-Lenglen fue la francesa que ganó seis ocasiones seguidas el trofeo femenino de París, quien tuvo en su carrera el trono de 31 Grand Slam y la mujer conocida como ‘la Divina’, por su osadía indumentaria en la cancha (trajes cortos y de hombros destapados), porque bebía coñac en los intermedios de los partidos que disputaba, por su alto sentido estético de la moda, por ser la primera estrella francesa del deporte y por ser ella quien convirtiera el tenis femenino en un acontecimiento que llenaba estadios enteros.
Tal ha sido el trasegar del Torneo de Roland-Garros que ha sido parte de la visibilización del rol de la mujer en la sociedad. La hizo partícipe de las categorías oficiales del tenis, al incluir las de individual femenino, dobles mixtos y dobles femeninos (6, 9, 14 y 29 años después de su instauración como torneo). Y no para, pues el hecho más cercano data del 2007, cuando la Federación Francesa de Tenis determinó que los premios en dinero debían ser iguales tanto para hombres como para mujeres. Hoy, el Abierto de Francia entrega 11,5 millones de euros en la categoría femenina y otro tanto en la masculina.
Así es como los 428.751 espectadores del Abierto de Francia en el 2013 se llevaron parte de esa historia de regreso a casa en todas las naciones del mundo, igual que todos los visitantes anteriores, igual que lo harán los de hoy, quienes vieron y siguen haciéndolo (ahora por diferentes medios) a los más importantes jugadores de la raqueta jugar con determinación para quedarse con un trofeo tan preciado. Jugadores como Rod Laver, quien en 1962 ganó la ‘copa de los mosqueteros’, conquistando así en un mismo año los cuatro grandes títulos (Roland-Garros, Wimbledon, Australia y Estados Unidos). Qué hazaña.
Pero un detalle sí debe quedar claro en aras de entregar al Cesar lo que es del Cesar, como reza el adagio popular. Ganar cuatro grandes títulos no es la única razón por la cual París es una ardua fecha. Antes de Francia, se juega el Abierto de Australia, en superficie dura, y después está Wimbledon, en superficie de hierba. Tales cambios implican drásticas capacidades de adaptación de parte de los jugadores. Característicamente, la superficie roja (como se le conoce también al polvo de ladrillo) reduce la velocidad de la bola y provoca rebotes más altos de la misma, por la misma superficie blanda; esto en comparación con el césped y el cemento, y con las canchas sintéticas, todas ellas duras y por tanto más rápidas. De ahí la conocida exigencia del torneo, pues un gran número de jugadores actuales está formado y preparado para juegos más veloces que los que ofrece París.
Entonces, ¡Voilà! Es ahí donde reside la potente atracción del Torneo de Francia: hoy día, en jugadores y encuentros característicamente más rápidos, las jugadas se pueden limitar en ocasiones a saques potentes y juegos largos, que van de fondo a fondo de la cancha; pero en la arcilla, quien recibe la bola tiene (o puede tener) mayor control del juego, al gozar de más tiempo para reaccionar y responder, ofreciendo dinamismo al juego. Grandes jugadores como Pete Sampras, recordado por su potente servicio, no han conseguido en toda su carrera el trofeo de París, a pesar de su prontuario de victorias en otros certámenes. Sampras ganó catorce torneos Grand Slam.
Y a él se unen John McEnroe, Lindsay Davenport, Venus Williams, Stefan Edberg, Boris Becker, Martina Hingis y Novak Djokovic. Desde que el tenis en París hace parte de la ‘era Open’, solo un puñado de profesionales ha conseguido ganar allí, y en Wimbledon, de manera consecutiva: Jan Kodeš, Björn Borg, Andre Agassi, Rafael Nadal y Roger Federer.
Precisamente hoy, cuando inicia la increíble versión 123 de esta mítica cita deportiva, 430.000 espectadores podrán encontrar ante sus ojos a jugadores como RogerFederer,Venus y Serena Williams, Jo-WilfriedTsonga, Edouard Roger-Vasselin, Milos Raonic,John Isner, ThomasBerdych y Francesca Schiavone, nuevamente esperanzados en alcanzar la gloria que trae la ‘copa de los cuatro mosqueteros’. Y tales son solo algunos de los nombres de la primera jornada. Independientemente de su éxito o fracaso en el ‘grande rojo’, todos son profesionales de la pelota que han sido a su manera parte de la historia de la arena más relevante del tenis.
No se puede terminar la introducción al Roland-Garros 2014 sin hablar de la nómina colombiana. En la historia de las actuales 8,5 hectáreas de terreno dispuestas para el gran torneo, que en un inicio fueron 3 hectáreas donadas por el Estado francés en 1927 para la construcción de un recinto en el que los ‘cuatro mosqueteros’ defendieran los puntos ganados el año anterior en la Copa Davis, figuran este 2014 Santiago Giraldo (actual 34 en el listado de los mejores profesionales del mundo), Alejandro Falla (72), Alejandro González (78), Juan Sebastián Cabal (21) y Robert Farah (25), estos dos últimos jugadores en la categoría de dobles (por tanto su escalafón corresponde a dobles, no a individuales, como los primeros tres).
Y tampoco se puede dejar de lado a uno de los colombianos que han impreso su paso en este grande: Mauricio Hadad, uno de los más emblemáticos tenistas del país, quien cuenta en su camino por Roland-Garros no solo su trayectoria de jugador, sino la de entrenador de personajes como María Sharapova, o su actual equipo de Copa Davis, Cabal y Farah.
En el caso de colombianos como Santiago Giraldo, algo sí resulta definitivo en su carrera por París: el polvo de ladrillo es su fortaleza. En ese sentido, la probabilidad de éxito es más emocionante, pues allí el triunfador recibe lo que el mismo Torneo de Roland-Garros es en sí mismo: “Il y a plus d’un siècle…”, “a never-ending story” (como reza su página web). En español: una historia que nunca termina.
Adenda: en sus planes de renovación al 2018, el torneo de Roland-Garros contempla una avanzada tecnológica sin precedentes que lo catapultará al nivel de la Caja Mágica de Madrid u otros escenarios del deporte blanco, tal como Match Tenis ya lo ha registrado. En lo personal encuentro que, si bien la tecnología o la ampliación de los espacios es una tarea pendiente y primordial en este Grand Slam, la tradición de este lugar debe ir de la mano y conservarse como un valor esencial. Porque, aunque el ojo de halcón es una efectiva herramienta de seguimiento, no hay mayor placer que corroborar un out o un in con el rastro que deja la bola en la mítica superficie de polvo de ladrillo, aun más si se trata del que se encuentra en la gran cancha Philippe-Chatrier, recordándonos desde cuándo el deporte blanco es lo que es.