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Novak Djokovic y el arte de esperar

por Andrés Peraza
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OPINIÓN | No sé si es porque acabo de llegar de vacaciones y veo la vida de otra manera o porque durante mi periodo de descanso (nunca hay descanso total si eres periodista) me he dedicado a leer a Zygmunt Bauman. El caso es que en el libro que recientemente he terminado, ‘El arte de la vida’ (Paidós, 2017), hay varios pensamientos que me cuadran con el momento Djokovic.

En el ensayo, una investigadora llamada Laura Potter expone que «vivimos en una época en la que esperar se ha convertido en una mala palabra. Poco a poco hemos erradicado, en la medida de lo posible, la necesidad de esperar para algo y el último adjetivo de máxima actualidad es ‘instantáneo'».

Novak Djokovic ha tenido que esperar para ganar en Cincinnati después de haberlo intentado por tierra, mar y aire. El balcánico, asolado con su lesión, ha tenido que esperar para volver a regresar a su mejor versión y demostrarle al mundo por qué las leyendas nunca deben enterrarse, pese a quien le pese. El serbio ahora es ese hombre que necesitaba volver a fijarse un objetivo (ser el primero conquistar los nueve Masters 1000) y demostrarse a sí mismo que es capaz de generar nuevos retos, trabajar por ellos y conquistarlos.

Vuelvo al libro. Habla Bauman: «Nuestra vida, tanto si lo sabemos como si no y tanto si nos gusta esta noticia como si la lamentamos, es una obra de arte. Para vivir nuestra vida como requiere el arte de vivir, como los artistas de cualquier arte, debemos plantearnos retos que sean (al menos en el momento de establecerlos) difíciles de conseguir. […] Tenemos que intentar lo imposible. Y solo podemos esperar, sin el apoyo de un pronóstico fiable y favorable (ya no digamos de certidumbres), que mediante un esfuerzo largo y agotador podremos algún día llegar a alcanzar estos niveles y conseguir aquellas metas para, de este modo, ponernos a la altura del reto planteado».

Novak Djokovic

Novak Djokovic durante un partido en Cincinnati [Foto: Getty Images]

Djokovic ha logrado «ponerse a la altura» y eso que la semana en Ohio ha sido un auténtico calvario de agua en el que él, como otros, han tenido que jugar demasiados partidos en muy poco tiempo. Sin embargo, en el discurso del tenista ante los medios, durante toda la semana, se notaba que el ex número uno estaba inmerso en la conquista de algo grande tras alzar el título en Londres. De sus palabras se esgrimía compromiso y responsabilidad consigo mismo y con el reto que tenía delante de la red.

“Estoy contento, orgulloso y muy satisfecho. Solo lleno de grandes emociones. Lo intenté por cinco veces. No tuve éxito. Seguí viniendo y sentí, para ser sincero, más presión cada vez que seguía viniendo. Ahora es muy satisfactorio. Es difícil de comparar”, afirmaba el protagonista del día ayer en la rueda de prensa posterior al choque.

Y es que después de unos meses siendo un impostor, como escribía un servidor allá por marzo, Djokovic ha sido capaz de regenerarse a base de nuevos estímulos que han aupado su ánimo y su confianza para volver a soltar latigazos que recuerdan a un aparentemente vago 2011.

Decía yo, en aquel texto, que «la constante inseguridad, el cuestionamiento obcecado en busca de respuestas, las persistentes expectativas de fracaso ante otras situaciones que se habían resuelto con éxito anteriormente o la excesiva presión con los resultados, son claros síntomas de una persona cuyo devenir inmediato es la pérdida de confianza en su juego, en su talento y en su capacidad para revertir esta situación entrando en una espiral de desánimo».

Djokovic ha conseguido superar y apartar todos esos pensamientos y sensaciones negativas en su cabeza con dosis de espera y trabajo diario que, de nuevo, han vuelto a dar sus frutos. Ha reconstruido la base de la seguridad personal como paso previo a recuperar todas las buenas sensaciones y dinámicas que acompañan al triunfo. Ha eliminado la ansiedad. Es un hombre renovado y asusta porque, de aquí a final de año, no defiende puntos. Junto a Nadal y Federer, vuelve a ser claro favorito al último Grand Slam del año pero, sobre todo, vuelve a ser feliz porque está a gusto consigo mismo.

«La felicidad genuina, verdadera y completa siempre parece encontrarse a cierta distancia, como un horizonte que sabemos que se aleja cada vez que intentamos acercarnos a él». Lean más a Bauman.

[author image=»https://pbs.twimg.com/profile_images/947115456313389056/6XbxWQhc_400x400.jpg» ]DAVID SÁNCHEZ: @DASanchez__. Periodista especializado en tenis. Autor del libro ‘Sentir el tenis’ (Editorial Libros.com). Voleador nato en la red 2.0 y un jugador regular desde fondo histórico. Ágil y con capacidad de adaptación a todo tipo de superficies textuales. Español pero cosmopolita gráfico. He publicado en medios como CNN Chile, Sphera Sports, SportYou o El HuffPost y colaborado con emisoras radiofónicas como Radio MARCA, esRadio, RNE o Radio Internacional.[/author]

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